Tengo la sensación (y como sensación subjetiva acepto que pueda ser incorrecta) de que cuando algún actor o actriz famoso dice cosas como “esta es una profesión que me ha elegido a mi”, “desde pequeñitx lo tuve claro” todxs pensamos “guau, es increíble su fuerza y autoconfianza”. Me pregunto si pensaríamos lo mismo de ellxs cuando aun lo intentaban y tenían unas vidas comunes, corrientes y seguramente inestables económicamente mientras paralelamente caminaban hacia su sueño de hacer de la interpretación su vida y oficio y poder vivir de ello sin tener que tener una profesión B para pagar las cuentas. Porque es lógico admirar a quien ya lo ha conseguido pero ¿a quién trabaja con ahínco en una incerteza? ¿Y si todo ese rollo de la vocación no es más que un delirio? ¿Y si fracasa? ¿Qué hará con 55 años cuando no haya llegado a ningún sitio y no haya tenido un trabajo en condiciones para tener si quiera una casa? Estoy segura de que mucha gente pensaría eso. Lo sé, porque a mi, con 37 años y sin haber conseguido aún el éxito profesional que espero para mi, me ha tocado escuchar eso de algunas bocas y de casi todos los ojos de mi alrededor.
Me viene a la cabeza la maravillosa película “la sociedad de la nieve” de J.A Bayona (si no las has visto, ya tardas) y pienso: ¿Quién estaba ahí para aplaudir a los chicos cuando solos y perdidos entre montañas de nieve decidieron comer cadávares para sobrevivir? ¿Y cuando salieron a buscar la radio del avión sin tener ni idea de donde había caído? ¿Y cuando moría otro más de sus compañeros y perdían la poca esperanza que la situación les dejaba tener? La realidad es que es no había nadie. Los dieron por muertos. Como en general se da por muertxs en la sociedad a los actores y actrices que llegan a los 40 sin haber salido por la tele. Pero cuando se dieron cuenta de todo a lo que esos chicos habían sobrevivido, los convirtieron en héroes, como cuando alguien gana un un premio después de años de silencioso y anónimo sacrificio.
Fuera de la profesión, poco o nada se habla del camino. ¿Qué salvó a esos chicos en la montaña? ¿Qué es lo que hace a lxs buenxs intérpretes? ¿El Goya, el Óscar o todas las experiencias que han tenido que enfrentar hasta llegar ahí? La vida se va componiendo sobre un motón de decisiones inciertas. Cuando empecé en esto me deprimía cuando me decían que no es un casting. Y también cada vez que alguien me insinuaba que porqué no abandonaba de una vez la idea de hacer cine y me metía a profesora o me buscara algo estable para no perderme cosas de la vida por una obsesión… Perderse cosas. ¿Acaso no se trata la vida de perderse cosas por elegir otras? Ahora sonrío y simplemente digo: Esta es la vida que elijo porque ella me eligió a mí primero. Y me aplaudo yo misma internamente por el valor de seguir creyendo en mi contra todo pronóstico. Y, ojo, no tengo nada en contra de quien decide ser a todas luces más sensatx y cambia de profesión o estudia unas oposiciones… ¡Si no fuera por ellos yo no habría podido estudiar Arte Dramático en una escuela pública! Pero nadie puede ser feliz atracando en un puerto que no es el suyo.
Así que aunque ser actriz es seguramente en el imaginario de muchos glamour, bohemia y purpurina. Eventos, fiestas, fotos, vestidazos, más fotos, seguidores, gente interesante y una vida cómoda, de trabajar poco y cobrar mucho, de horarios relajados, una vida cool, de esas que dan para muchos likes… La realidad, mi realidad, es que mi vida de actriz es una vida solitaria, tranquila, una vida de entrenamiento, estudio y creación. Una vida de trabajar de camarera, de hacer animaciones, de no cobrar a veces nada durante meses, de dar clases, cuidar niños… De surfear las olas, en definitiva. Una vida austera y sin lujos, de placeres pequeños (en realidad, los mejores) y a veces también una vida de supervivencia y sacrificio. Hace tiempo que perdí el ritmo de viajes, cenas y bodas de la gente de mi edad porque no tengo sueldo fijo y a pesar de todo eso me sigue compensando. Todos los artistas crean antes de que les paguen por crear. Los actores y actrices también. Esa es la parte que nadie ve y que todos olvidan o achacan a la suerte cuando alguien gana un premio y se convierte en digno de ser aplaudido socialmente.
Así que desde la soledad de mi camino y de mi cuarto y desde mi enésima banca rota, yo te aplaudo a ti, actor y actriz desconocidxs, que como yo remas cada día, que te esfuerzas por resistir sin perder la motivación, sin mentores ni padrinos, sin apoyo económico ni moral de nadie. A ti, que te toca comer cadáveres en la soledad de tu montaña y empezar caminos sin saber si sobrevivirás a ellos, a ti que tienes una vocación como dos alas desplegadas de paloma. A ti te aplaudo yo para que no perdamos la esperanza. Y el día que gane un Goya, con el alma tenaz, valiente y cansada del muchacho que caminó más diez días en la cordillera nevada hasta llegar a Chile y también con el glamour y el desparpajo de Úrsula Corberó recogiendo el Ondas este año (que mola más que el del pobre desnutrido hombre de los Andes) diré algo como: “Este premio me lo dedico a mi misma por ser tan trabajadora, tan valiente, porque estuve a punto de tirar la toalla un millón de veces, por creer en mi misma contra viento, marea, tormentas eléctricas y de arena… y por ser tan maja. Ala".
Y nadie que conozca mi vida se atreverá a decir que tuve suerte.
Rocío de Rolanda
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