Me persiguen las ratas.
Allá donde voy las encuentro
tomando nota en sus agendas de sábanas podridas.
Traen la mugre de las casas viejas y los sueños oxidados,
de infancias borrosas y de violencias encubiertas.
No dejo que me toquen con sus húmedos hocicos
y voy borrando mi rastro
como cabra que se come su placenta.
Me persiguen las ratas.
Pero no dejo que encuentren el abismo crudo
de mi herida.
Colecciono lágrimas en probetas
que les inyectaré con premeditada furia
en las pupilas secas de reglas y mandatos.
Me haré con sus pellejos alfombras
para mi palacio de nardos
y arrojaré sus cuerpos a la boca de la serpiente.
Me persiguen las ratas.
Y los que me creen loca, puta, enferma y descarada,
los que pretenden apagar mi fulgor de Valkiria renacida
aplauden con las bocas llenas de cemento
y el agua turbia hasta las rodillas.
Pero no saben vivir
en los valles abiertos que generan mis pasos
y volverán a la cloaca a comer del manjar envenenado.
Encontrarán entonces la flecha imperturbable
y aguda de mi indiferencia
en el pecho hueco de los cadáveres de sus hijos.
Me persiguen las ratas.
Rocío de Rolanda
Añadir comentario
Comentarios